Billie Jean

Tumtum, tumtum. Mi corazón bombea fuerte porque estoy terriblemente nerviosa, todo está oscuro, oigo las voces susurrantes de las demás, pero yo ando demasiado concentrada en mi respiración como para poder participar en esa conversación. Uno, dos, respira, tres cuatro, inspira, cinco, seis...

Siempre he sufrido de pánico escénico, con esto me refiero a que soy incapaz de hablar delante de mucha gente, siempre prefiero que sean protagonistas los demás, me gusta permanecer en la oscuridad. Me da pánico, aunque sea recitar algo que me sé de memoria y las piernas me tiemblan demasiado como para poder pensar con claridad. Me da pánico, excepto cuando me planto en un escenario y no tengo que hablar, porque habla mi cuerpo.

Ya se oyen los aplausos, es nuestro momento, debemos salir. Las piernas aún me tiemblan, aún tengo que pensar en seguir respirando. Aparecemos en escena, los focos nos ciegan. Comienza a oírse el principio de una canción, y ya no tengo miedo. Cierro los ojos y los abro al instante, sólo tengo que dejarme llevar por la música y que mi cuerpo haga el resto, sólo tengo que ser yo misma. Ya no me importa qué puedan pensar los que se encuentran sentados en esas butacas, ya no me importa si aún me tiemblan las piernas, ya no estoy nerviosa, sólo bailo, de manera automática, dejando de pensar, dejando de oír mi corazón bombeando sangre, porque sólo oigo música. Todo lo demás desaparece. No soy la misma persona cuando bailo, soy alguien valiente, alguien sin miedo, que quiere ser el centro de atención, al menos, sólo por esta noche, al menos, mientras siga sonando la música.

Pero la música siempre acaba, y aunque quedan muchas más canciones, al final de cada actuación vuelvo a ser la misma persona con miedo hablar delante de apenas treinta personas. Y las piernas me vuelven a temblar, y vuelvo a oír los latidos de mi corazón.