jueves, 19 de enero de 2012

Reutilización de sueños rotos. La muñeca de trapo.

Reutilización de sueños rotos. Digo reutilización porque al fin y al cabo, esta historia ya ha visto la luz, aunque no por aquí. Hace un año me regalaron una muñeca de trapo y meses después yo me sentía como tal, como una muñeca. Esto me llevó a que una idea empezara a rondar por mi cabeza, y cobró vida al ver, por casualidad, el cartel de un concurso de relatos cortos. Así nació "La muñeca de trapo", el cual no es uno de mis mejores relatos, pero sí es uno de los pocos que he acabado. Como era de esperar, mi relato no ganó. Hace tiempo que quería publicarlo, pero como sabéis, hay una diferencia de tiempo bastante grande desde que se envía el relato hasta que se anuncia el ganador, y que además tampoco es que me terminara de convencer. Supongo que ya no pueden decirme que no puedo publicarlo, al fin y al cabo fue quemado con el resto, y aunque esta historia sigue sin convencerme, hace demasiado tiempo que está en el baúl de mis escritos y creo que vale la pena que le dé una segunda oportunidad, aunque sea simplemente publicándola por aquí.  Y sin más preámbulos, aquí os la dejo caer, no la maltratéis Ü


¡Hola, pequeño espíritu! Me llamo Leila y voy a contarte mi historia. Ven, sígueme, ¡no te distraigas o te perderás! Donde yo vivía era una calle pequeña y puede que ni la veas si pasas por su lado. Mira, ven, ya hemos llegado, ¿ves? Es una tienda artesanal de muñecas. Aquí vivía yo junto a mi padre, mis hermanos y hermanas. ¿Aún quieres escuchar la historia, pequeño espíritu? ¡No te impacientes! Ya vamos ya, sígueme, que esto comienza.
                                       * * *

Desperté un día, el primero que recuerdo, no sé si hubo otro más antes. Lo primero que vi fue la cara de mi padre, sonreía satisfecho: la luz de la lámpara iluminando tan solo una parte de su rostro perlado con pequeñas gotas de sudor que hacían que sus gafas se resbalaran por su nariz. Fue entonces cuando escuché su dulce voz; pronunció con cariño mi bonito nombre, “Leila” - susurró.  Fue en ese momento cuando mi corazón empezó a latir fuerte, cuando empecé a amar a mi padre. ¡Qué feliz me sentí al verlo tan contento de tenerme entre sus brazos!

 Ha pasado algún tiempo desde que yo nací… La luz se ha marchado siete veces y ha vuelto ocho. No hablo de la luz de la habitación, ésa la apaga y la enciende papá cuando quiere; sino de la luz de fuera, de aquella pequeña ventana que se encuentra justo en frente de mí, por donde entran rayos de luz y, antes de que desaparezcan, los rayos se tornan rosa. Creo que papá lo llama día, pero no sé cuándo ha pasado un día. Sólo sé de mi vida con exactitud que el número de hermanos ha ido cambiando. Cuando nací éramos cuatro; pero en este tiempo hemos aumentado: cuando la luz volvió por octava vez éramos doce, pero se han llevado a dos. “Los vendí” dijo papá, aunque no sé a qué se refería algo me dice que no los volveré a ver. ¡Somos tantos! Pero son muy diferentes a mí y hay algunos que saben hacer cosas: se mueven, giran, hablan… A veces me gustaría ser como ellos y que papá me admire. Muchas veces he intentado levantarme y dar algunos pasos pero, al parecer, debo  pasar mi vida sentada; y respecto a hablar… ¡Ay! Muchas veces le pregunto cosas a papá, pero él jamás parece escucharme, hablaré muy bajito, - me digo a mí misma. 
A veces me pregunto a dónde va papá cuando se marcha del lugar donde nos encontramos nosotros. No sé qué hay más allá de esta habitación; así que a veces imagino los lugares que papá visita. Aunque papá pasa mucho tiempo aquí, en la habitación, suele estar cosiendo botones o trabajando madera en una mesa cercana… Pero desde esta mesa tan baja no se ve bien lo que hace, y como no me oye, jamás recibo respuesta a mi curiosidad sobre qué hace papá.

                                    * * *

Es la novena vez que la luz se va. Papá ha entrado y ha encendido la luz. Lo miro como siempre, ya por costumbre y, por primera vez después de dejarme sobre la mesa junto con mis hermanos, ha vuelto a posar su mirada en mí. Mis ojos se abren y mi sonrisa se ensancha a medida que él se acerca a mí, sonriente, y me coge con sus dos grandes manos, porque él es tan grande y yo tan pequeña… Me lleva consigo fuera de la habitación, ¡no lo puedo creer! Jamás pensaba que el mundo o al menos, la otra habitación, fuera así. La otra habitación es más grande y las ventanas, ¡una de las paredes es todo ventana! Veo la calle, veo a personas pasar. ¡Qué maravilla! Allí fuera hay mucho color. Pero pronto se acaba mi sorpresa para comenzar mi miedo. Papá me coloca en una caja y la cierra, todo se vuelve negro y lo único que siento es miedo. ¿Querrá papá venderme? ¡No quiero marcharme de su lado! ¡Yo soy muy feliz con mis hermanos y con él! No, no sólo siento miedo, también siento confusión y desesperación. ¡Quién me iba a decir que en breves momentos esos dos sentimientos iban a aumentar hasta tal punto…!
Todo se mueve mucho y oigo ruidos, muchos ruidos distintos que jamás había escuchado, y lo único que distingo son voces desconocidas. De repente, todos los ruidos se apagan, excepto unos pasos bajo de mí. Entonces oigo una voz aguda, desconocida para mí y otra, es la de papá, lo sé. Están moviéndome dentro de la caja y oigo más cerca aquella voz aguda. La caja se abre y ante mí hay una niña con las pupilas dilatadas por la emoción, grandes y azules, con una amplia sonrisa en sus labios rosados que le hace unos pequeños hoyuelos en su piel blanca. ¿Quién será? - me pregunto interiormente. Lo descubro al instante:
- Sé que hace tiempo que quieres una muñeca de trapo, Leila, y que te encantan mis juguetes; así que decidí hacerte una yo mismo, ¡Mi niña cumple 5 años y necesitaba un buen regalo! ¿Te gusta?
¡Un momento! No me está hablando a mí. Le habla a ella. ¿Ella también es Leila? Comprendo entonces que quien no es Leila soy yo. Yo… Yo soy el regalo de aquella niña, ahora comprendo… Tan sólo soy una muñeca.
Yo, ¿una muñeca? Papá… ¿No es papá…? Ni siquiera me llamo Leila, porque Leila es el nombre de ella, de esa niña con ojos bonitos y pelo sedoso… Ella es Leila; yo, yo tan solo soy una muñeca, no soy más que un capricho, un regalo, una insulsa e insensible muñeca… ¿Quién dijo que las muñecas no sienten? Porque esto duele, y duele mucho. ¿Por qué? Preferiría haber sido una niña o ¿por qué no? Preferiría haber sido realmente una muñeca sin sentimientos. Todo hubiera sido más fácil, no tendría ni siquiera por qué plantearme estas cosas; pero lo hago porque siento, y eso me confunde y me apena aún más. Para papá, o al menos quien yo pensaba que era mi padre, que me hizo para su sobrina, pensando en ella, yo sólo soy una mera muestra de su amor a la niña. Me miraba con cariño porque pensaba en ella, pero realmente para él solo soy tela, algodón, un par de botones y el hilo que recorre mis costuras…
La niña, es decir, Leila me abraza fuerte y me acuna entre sus brazos. Casi que ni los siento, sigo con los ojos fijos en quien yo creía mi padre y… Él sólo la mira a ella, con adoración y cariño… Y yo sólo puedo sentir dolor. Lloraría, pero no puedo, gritaría pero no tengo voz, me desasiría de los brazos que me cogen, pero no puedo moverme, tan sólo soy una maldita muñeca que no puede hacer absolutamente nada, sólo sentir y eso es peor que nada.
Sigo en aquello que llaman shock. Leila me ha llevado a su habitación, está pintada de blanco, con los muebles en blanco roto y decorada como la habitación de una princesa. Papá nos sigue, oh dios, no puedo llamarlo de otra forma, ni siquiera sé su nombre de verdad; y con un beso se despide de ella. Leila me deja apoyada en el almohadón de su cama, pero parece cambiar de opinión y vuelve a cogerme y, manteniéndome en alto, empieza a girar y a cantar con una voz preciosa. Mientras me abraza se deja caer en la cama.
- Vamos a ser amigas para siempre- me susurra, como si fuera un juego.- No te abandonaré jamás.
Y algo parece hacer “clic” en mí. Tal vez, esto no esté tan mal; ella parece quererme y quizá sí cumpla su promesa de no abandonarme jamás… ¿Quién sabe? Es lo único que me queda, confiar en la palabra de esta bonita niña y vivir mientras ella no me olvide.

                                                                          * * *

- ¡Mamá! ¿Has visto mi bufanda gris?
Es por la mañana en casa de los Gómez, y Leila va a llegar tarde al instituto. Una voz, desde la otra punta de la casa, contesta a voz en grito:
- Mira en la caja de madera, debajo de tu cama.
Leila suspira y se agacha enérgicamente, dispuesta a perder el menor tiempo; alarga la mano y saca la caja, situada al fondo. Sus ojos se abren ante la sorpresa, no está el pañuelo, pero tal vez haya algo mejor. Entre lazos, fotos y diarios, se asoma una muñeca de trapo con las trenzas rubias y el vestido rosa pálido por el que ha pasado mucho tiempo. Mientras las lágrimas se asoman a sus ojos, la saca con cuidado, y ya en sus manos la abraza fuertemente, con una sonrisa, susurrando su mismo nombre, ya que tiempo atrás decidió que aquella muñeca y ella se parecían tanto, que debían llamarse igual. 
- ¡Oh, Leila, lo siento tanto! Yo quería ser mayor y te enterré aquí y luego te olvidé y… Oh dios, lo siento de verdad, y mi promesa continúa, jamás te abandonaré.
- Leila, ¿por qué tardas tanto? ¿Qué…?- preguntaba su madre, que había entrado a toda prisa y no se había percatado de la situación.
Leila nunca sabrá si fue a causa de la emoción, porque tiene mucha imaginación o si realmente ocurrió de verdad, pero cuando dejó la muñeca en la cama, el sitio donde siempre debió de estar, le pareció oír un “gracias” bajito y agudo, como la voz de una niña o tal vez, de una muñeca.

                              *   * *

 -¡No me mires así pequeño espíritu! Yo pasé años en esa caja sin ninguna queja, y aprendí que los humanos suelen desasirse de sus promesas y más cuando se trata de muñecos, que terminamos por ser olvidados. Pero, ¿qué importa? He pasado mucho tiempo a su lado, porque sólo volví a ser olvidada tras su muerte. Recuerda, pequeño espíritu, que nosotros los muñecos tenemos un ocaso, el del polvo y el olvido. Espero que aprendas la lección y que, aún siendo humano o muñeco, no la olvides. Y ahora dime, ¿cuál es tu historia?

6 comentarios:

  1. Definitivamente, he escrito cosas mejores. Disculpad que este relato sea tan malo ^^''

    ResponderEliminar
  2. No eches piedras sobre tu propio tejado. Tuviste una buena idea, la plasmaste con mayor o menor éxito y además tuviste las agallas de presentarte a un concurso, así que como escritor novel te digo: "Nunca presentes algo tuyo para que los demás valoren si no te sientes orgullosa de tu relato".
    La crítica que la hagan otros, tú dedícate a aceptarla y a mejorar tomando lo bueno de lo que te digan. Pero si tu autocrítica es mala, haz lo necesario para poder amar tus escritos, aunque lo que escribas no valga nada para nadie más.

    ResponderEliminar
  3. Xe! El tercer comentari! Jo volia ser el primer! Jopé!

    Sense paraules i amb els pels de punta. Joder! Està molt bé. No deus demanar perdó per la qualitat del relat. De fet deurien demanar-te disculpes a tu per no donar-te el premi. Si este no és el teu millor relat, vull llegir els altres.

    Jo també vaig escriure'n un sobre un ninot que estava viu per al anterior Sambori. Amb la diferència que aquest obligava a la seva ama a matar.

    ResponderEliminar
  4. Vale, me he explicado mal, la historia en sí me gusta, pero creo que tiene muchas cosas para mejorar.

    ResponderEliminar
  5. Todo puede mejorar, pero no quita que siga siendo un gran relato, te lo dije una y te lo repetiré las que haga falta. No sabes la de gente que pagaría por poder tener la mitad de tu imaginación para poder hacer cosas como estas.

    ResponderEliminar
  6. Per què jo no tinc tants comentaris en ninguna entrada??

    ResponderEliminar