viernes, 13 de enero de 2012

Cendres et le feu

Y aquí se presenta una misión imposible. La de arriesgarte y no salir dañado, la de sonreír a pesar del pasado, la de llorar sin avergonzarse, la de reírte de todo y pensar que sólo fueron resaltos en el camino.

Y mientras piensa en estas cosas camina por calles desiertas, mirando al suelo, demasiado concentrado en lo suyo como para percatarse de que llueve. Pero lo cierto es que llueve y que está empezando a mojarse. Levanta la vista y mira al cielo, tal vez buscando una respuesta o puede porque simplemente le guste mirar el cielo negro cuando cae lluvia, ni él mismo lo sabe. Baja la vista de nuevo y sigue caminando, no puede demorarse más. Y paso tras paso, se va acercando a donde le esperan los mismos amigos de siempre, con sus cervezas y sus historias de siempre. Llega empapado y con pocos ánimos, saluda a sus amigos y por el rabillo del ojo ve una melena oscura. Se gira, una bonita sonrisa y unos ojos verdes la saludan.
“Tal vez las cosas no me vayan tan mal”. 



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